viernes, 25 de abril de 2008



Campo y ciudad

El campo y la ciudad representan mundos diferentes en estos tiempos. Vivimos en un tiempo en el que hay muchas diferencias para los que viven en la ciudad y en el campo.Antes el campo era considerado un ente de producción importante en El Salvador, pero con la industrialización se fue devaluanado. La mayoría de personas del campo ven la ciudad con un lugar de superación. Tengo varios parientes viviendo en La Unión y la mayoría de ellos se ha venido a San Salvador a estudiar o trabajar casi nadie se quedan allá. La mayoría de personas residentes en la capital se creen superiores a los campesinos. Usan muchos sustantivos peyorativos para llamarles por ejemplo: grencho, indio,etc. Son diferenciados por su forma de hablar y de venstir. Ya que los residentes de los pueblos no cuentan con la misma variedad de tiendas para comprar sus cosas aunque tengan más dinero, porque en la mayoría de ocasiones hay más dinero en los pueblos que en la propia ciudad. Por ejemplo en Santa Rosa de Lima, La Unión solo se ven carros del año, personas con grandes negocios de quesos y oro. Y aun así se ven discriminados por el simple hecho de residir en el campo. Se maneja el claro concepto de: los que vivimos en la ciudad somos más educados, cultos, con más dinero,con mejores oportunidades etc. Por ejemplo a un joven que se ha graduado de un instituto de un pueblo no se le ve igual como alguien que se haya graduado en un colegio de aqui por más inificiente que sea.

2 comentarios:

Roxana Martel dijo...

Karen Andrea: Excelentes reflexiones sobre el campo y la ciudad. Ese es uno de los temas medulares en los que se expresa la relación modernización-modernidad. Con esa cultura fragmentada es con la que nos encontramos en las instituciones. Vamos pensando cómo intervenir.

Ricardo PANIAGUA dijo...

¡Qué reflexión más interesante! Cosas que sabemos y que no enfrentamos, cosas que entendemos pero que no dejamos pasar al campo de la realidad como figura de crítica y la envolvemos como otra pareja de moléculas de nuestro ADN psicológico, o más bien sociológico. Decir que el campo y la ciudad representan mundos diferentes en nuestros tiempos es enfrentarse al supuesto que todos los fenómenos han llevado a esta consecuencia para mal, sin que nunca alguien lo corrigió, sin que el deseo de transformar la realidad nunca se le cruzó por la mente a algún salvadoreño que caminaba por allí, en la ciudad o en el campo.
¿Por qué decir que nuestro tiempo es la enrevesada consecuencia de las diferencias de dos lugares con características diferentes pero llenas de lo mismo: seres humanos? ¿Por qué buscar la ciudad como el hogaño ser de producción patrimonial y así devaluar en su general connotación?
Seguramente este fenómeno tiene muchas explicaciones. Ver que muchos jóvenes dejen sus casas las semanas y los fines de semana sean símbolos de familia por estudiar en algún campus universitario, ver que los que cultivaban ahora se atraen a otras cosas que no sean milpa u otro similar, ver todo eso es fiel relación a la industrialización de El Salvador que deja de lado la agricultura, objeto sensible de temas de campaña, y tenga crisis alimentarias; sin embargo, no sólo es esa agricultura la que queda marginada, sino ese bagaje cultural rico en valores de nuestros hermanos que en sus pieles llevan memorias de masacres viejas, fantasmas que son sinónimos de indígenas. Vivir en esta ciudad es cosa fácil de describir, es vivir en la perdida de valores que algún día la historia recuerda tuvimos, es darnos cuenta que la post-modernidad ha hecho casa aquí ensalzando otros tipos o estilos de comportamiento embijadas en producciones culturales foráneas y divorciadas de lo que no sea salvadoreño. Ser salvadoreño es una pena entonces, ya que, como bien decís, infravaloramos a los hermanos del campo como grenchos, indios, nacos, ignorantes, pobres, tontos, etc. Y me permito decirte que subestimar toda una riqueza cultural, partiendo del concepto cultura más bien de la idea elitista, o decir que los campesinos no tienen la capacidad de vestir al día, o recurrir a los celulares, computadoras, o cualquier otro objeto que en la ciudad da un valor a la persona es sencillamente lo más triste y absurdo que veo.
Deberíamos creer que nuestros hermanos del campo están mejor en el sentido que le dan valor al sujeto por lo que es, y no por lo que tiene o aspira tener. Así mismo, darles la oportunidad de crecer en el campo científico o intelectual no dejando de lado las fiestas, la religión, ese folklore que llena de orgullo.
Un saludo, y perdón por comentar cosas que no me interesan pero cuando la atención se pega a un tema, no duerme tranquila.
Ricardo PANIAGUA

Datos personales